Recientemente acabo de cumplir un año mas de existencia en este plano terrestre, uno quiere creer que es solo un año mas, que no conlleva cambios el paso del tiempo, mas es producto del autoengaño complaciente del que nos hemos armado.
Cuando eres niño o joven tu vida se ubica permanentemente en el futuro, se elevan los sueños en esa misión particular del "desear ser", "desear tener" o "desear hacer", el presente no es mas que ese periodo transitorio que habrá de cursarse para la obtención de nuestras metas.
Pero al llegar a cierta edad es momento de bajar el ritmo voltear la cabeza, pese a las amenazas de convertirse en estatua de sal, y mirar con detenimiento la marca de nuestras propias huellas, de notar el camino que hemos seguido y las enseñanzas que hemos recibido.
Es entonces que te das cuenta de que has cambiado, así como tu contexto, todo a tu alrededor.
Mi país, actualmente dista mucho del que fue, uno ya sea por la inocencia que otorga la edad, la negación al tiempo producto de una mal entendida conciencia de clase, o la ignorancia de la cual habremos de caer en algún momento de la vida, no nos damos cuenta de ello, nosotros somos la generación que nos toco la crisis como forma de vida, los que crecimos con nuestros padres en la incertidumbre del mañana.
Hay quien habla con añoranza de un México con la frontera cerrada a muchos productos del extranjero, tiempos del “desarrollo hacia adentro” se mienten a si mismos, donde lo único que desarrollamos fueron ineficacias y vicios de producción, esta parte de la historia nos fue hasta cierto punto ajena al regiomontano (gentilicio de Monterrey) que dentro de su burbuja de desarrollo tenía acceso a una visa y al mercado norteamericano y cada fin de semana iba a surtir la alacena al otro lado del Río Grande con todas esas cosas que nuestro mercado era incapaz de proveer.
Después de muchos años de bonanza económica, antes de que naciera un servidor por supuesto jeje, sufrimos de la fragilidad de nuestro país y la debilidad de nuestra moneda. Recordar que en algún momento de la infancia pudimos ir a la tienda de la esquina con una moneda de 20 pesos a comprar golosinas, denominación hoy inexistente después de perder 3 ceros la moneda.
Ver en esos tiempos a los padres preocupados por los rápidos cambios en los precios, los aumentos salariales de emergencia, las devaluaciones en nuestra, hasta ese momento estable, paridad con el dólar, es recordar los sexenios de Echeverría y López Portillo que hablan del desgaste de un sistema económico que nos vimos incapaces de mudar y sostuvimos hasta el quiebre.
Y generación por generación saltamos de dogma económico en dogma económico, pasamos de un estado obeso y con férreo control de los medios de producción a uno francamente populista y deficitario, de un estricto neoliberal con un estado que abandonó sus responsabilidades para con la sociedad (ese de las medidas dolorosas pero necesarias) a uno socialmente ocupado en el discurso y en la práctica donde el interés electoral domina la palestra y nos mantiene en un impasse los últimos 11 años.
Vaya, lo que uno tiene que soportar para seguir en el terruño y no emigrar como ya lo hace medio millón de hermanos al año, decimos desconocer la razón de nuestras desgracias, por que tememos voltear y escudriñar en la senda que seguimos.
Epílogo
Hace 13 años.